miércoles, 5 de septiembre de 2012

TAIZÉ: COMUNIÓN + ENCUENTRO + AMOR= DIOS

Taizé. Salimos de Martos el día 4 de agosto en las primeras horas de la tarde y tras recoger en Torredonjimeno a las de Sevilla comenzamos nuestra ruta. Por delante nos esperaba un largo viaje y una extraordinaria experiencia. Las horas de autobús nos fueron acercando, no solo al destino, sino también a ese Dios-encuentro que nos esperaba en más de 4500 personas.

Hemos ido la semana de más afluencia. La llegada fue un poco caótica por los nervios, las maletas y las nubes que amenazaban lluvia; pero Dios-comunidad nos recibió con té frío y bizcocho de miel. Organizarnos en el espacio, acoplar y montar las tiendas, y antes de cenar rebuscar chubasqueros y paraguas. Cayó una señora tormenta. A pesar del barro y la mojada, el alma se fue acercando poco a poco a Dios gracias a los cantos al unísono de miles de voces.

Los demás días han sido tranquilos: misa tempranera, tres ratos de oración al día (mañana, mediodía y tarde-noche), ambientación bíblica por edades, grupos de reflexión, trabajo personal, talleres y experiencia de silencio. Todo ello organizado por los hermanos de Taizé.

También hemos tenido tiempo de encontrarnos como grupo calasancio con la reflexión de algunas cartas del P. Faustino, que las religiosas M. Mª Carmen y M. Rocío nos han facilitado; así como la posibilidad de interiorizar el vienes sobre la Cruz para hacer más intensa e íntima la oración de la noche.

Taizé funciona gracias a miles de voluntarios. Hay trabajo para los que sólo estaremos una semana y para los que luego se quedarán, algunos hasta un año: limpieza, cocina, servir comida, lavar platos y bandejas, organizar la capilla, invitar al silencio, participar en el coro… todos aportamos algo para que el milagro del encuentro pueda suceder semana tras semana.

Lo más impresionante, las oraciones. Miles de personas de todas las edades y condiciones, venidos de cientos de países de todos los continentes y de diferentes confesiones cristianas, unidos en oración, cantando y rezando juntos al Dios-amor que nos une. Madres con sus bebés, familias de tres generaciones, ciegos y cojos, disminuidos psíquicos, religiosas, sacerdotes, laicos, ancianos, adultos y muchos muchos jóvenes.

Extraordinarios esos cantos cadenciosos y repetitivos en polaco, francés, alemán, italiano, español, latín, catalán, inglés (y algún otro idioma que ni sabemos cuál es pero suena a asiático) que hemos entonado tras escucharlos un par de veces, después de mirar de reojo la posible traducción al español que venía en el libreto. Extraordinario el silencio en esa iglesia abarrotada, donde se hacía presente la grandeza del Dios-Espíritu. Si Dios es comunidad, en Taizé nosotros hemos sido comunidad: protestantes, anglicanos, ortodoxos, católicos olvidamos lo que nos separa y nos centramos en lo que nos une: el Amor.

Dos días, las oraciones son especiales. El viernes por la tarde noche no termina; tras unas palabras del Hermano Alois, prior de la comunidad, se continúa con una adoración a la cruz que dura toda la noche. El sábado celebramos la resurrección y se ilumina la iglesia con miles de velas. Es una impresión apabullante.

Pero siempre llega el domingo y con él, la despedida. Adiós a las personas que hemos conocido y a las que quedamos unidas por una incipiente amistad. Adiós al frío húmedo de las noches que mojaba las tiendas y nos hacía tiritar. Adiós al lago donde hemos reflexionado y disfrutado de una naturaleza maravillosa. Adiós a la tumba del Hermano Roger tan sencilla y llena de flores y pequeñas oraciones. Adiós a esos cantos cuyo eco sigue resonando en nuestra mente y nuestro corazón. Adiós a una semana de encuentro con Dios, interioridad en nuestras vidas y oración comunitaria.

Nos traemos de Taizé una fuerte experiencia de Iglesia y un alma llena del Dios-Amor- Encuentro-Comunidad.

Gracias Señor por haberlo hecho posible.